¿Toda España ofende a los musulmanes?

Leíamos atónitos cómo los propietarios de la discoteca “La Meca” del municipio de Las Águilas (Murcia) habían cedido a las presiones y amenazas islamistas. Con una inversión de 100.000 euros realizarán ciertas modificaciones en el local, que incluyen la reconversión de un falso de minarete en un faro, la retirada de las inscripciones en caracteres arábigos -pese a que sólo imitaban grafías sin que fueran versículos o textos sagrados- y finalmente la redenominación del nombre a “La Isla”. Con estas modificaciones, Mohamed Reda -secretario de la Unión de Comunidades Islámicas de España (Ucide) en Murcia- ha declarado que “el problema está completamente zanjado”.

Esta discoteca tenía ese mismo diseño -era igual de “ofensiva”- desde hace veinte años, pero es ahora cuando la Comunidad Islámica clama por la ofensa. ¿Por qué ahora? ¿Por qué en el año 2010? Mucho me temo que eso se debe una combinación de factores, pero principalmente a dos. La fortaleza de las intolerantes posiciones islamistas, bajo la espada del terrorismo internacional, y la debilidad de los principios democráticos, que reculan incluso en los Estados donde deberían imperar, como España.

Aceptemos por un momento que debamos ceder a cualquier denuncia de “ofensa” por muy irracional e insensata que sea, y retirar los signos o símbolos “humillantes”. Lo que me preocupa no es la bajada de pantalones, algo muy frecuente en la España actual, sino que esa “reparación” deba tener, como en el caso de la discoteca, efectos retroactivos.

Si aplicásemos la mismas medidas que los propietarios de la “La Meca” a todas las “humillaciones” tendríamos que echar abajo la parte Renacentista de la Catedral de Córdoba -antiguamente una Mezquita- y el Palacio de Carlos V, construido en el recinto de la Alhambra. Tiempo al tiempo y también llegará ese día.