Cuba, ese paraíso para progres.

Si hubiera un paraíso para los agnósticos de izquierdas, de esos que se llaman a sí mismos progresistas, sin duda sería Cuba. Desde hace años, la isla caribeña, ha sido un desván en la conciencia de cada progre, un apartado lugar de la moral, donde cabían las más dispares y contradictorias posturas éticas. Lo mismo podíamos encontrar a progres adorando a sanguinarios personajes como el Che Guevara y rechazando, al mismo tiempo, toda contienda bélica; predicando el desarme mundial y apoyando un sistema político en cuya cúspide figuraba, hasta hace muy poco, Fidel Castro, que vestía un eterno uniforme caqui; exaltando los valores democráticos y postrándose hacia una de las últimas dictaduras del planeta; defendiendo a ultranza los derechos humanos y permitiendo la pervivencia de un desfasado régimen socialista que sistemáticamente los aniquila.

Otra esquizofrenia progresista la hemos presenciado en los últimos tiempos. Los progres se horrorizaron de ver a Aminatu Haidar consumiéndose por la inanición de unos días. Meses antes, encabezados por Juanes, se fueron a cantar a La Habana para reivindicar derechos humanos. No hubo entonces ninguna manifestación, ni las hay ahora, sobre los presos políticos cubanos, ni siquiera en favor de aquellos que, como Haidar, habían optado por la huelga de hambre. La única diferencia entre ésta y el recientemente fallecido Orlando Zapata, es que la primera dirigía sus quejas contra la dictadura medieval marroquí, y el segundo contra la dictadura comunista cubana, ese agujero negro de la conciencia, que absorbe toda materia (gris, se entiende) y a todos los progres del Universo. Un paraíso para nostálgicos, donde el transcurso del tiempo se ancló en la fracasada utopía de las revoluciones socialistas.