
Resulta escalofriante observar el mapa clientelar español y cómo en las Comunidades autónomas y en las Corporaciones Locales, se ha tejido una red de clientes casi imposible de erradicar. Esa red se crea en torno a un partido y se hace más densa y ramificada conforme pasan los años y el partido protector renueva sus mandatos. Es cierto que los yacimientos de clientes, en el territorio de una u otra Administración son muy diferentes, pero la perpetuación en el poder hacer perder la perspectiva y olvidar a quienes te dieron los votos y a quienes debes, justa o injustamente, proteger y favorecer. No nos engañemos. Primero se favorece a quien te permite subsistir y luego a quien intenta aniquilarte. Es humano. Y en tiempos de crisis, cuando el pastel tiene pocas porciones, debes alimentar primero a los perros de tu jauría, que son los que te permiten cobrar buenas piezas, esas tan escasas.

Andalucía, Extremadura, Comunidad Valenciana, País Vasco (durante muchos lustros) son un ejemplo de esa sofisticada maquinaria de partidos que permite construir una tupida red clientelar cuyo derribo resulta una tarea inabordable. En los tiempos que corren, la exangüe teta de la loba hace que los cachorros se devoren unos a otros antes de llegar a mamar. Es puro existencialismo y los lobeznos hambrientos han de buscar otras vías de sostenimiento, dentro de la red pero a espaldas de la ética. En la lucha de trincheras, Pajín y Cospedal tendrían que subirse la falda hasta la rodilla, pero el fango no está hecho para ellas. Lo más fácil es dejar las cosas como están y que sean las leyes humanas y naturales, el darwinismo más concretamente, quienes castiguen a los corruptos más torpes, aquellos que no supieron moverse con soltura dentro de la red que los mismos partidos habían creado.
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