¿Quién dijo que el hombre era «un animal político»? Reconozco que se me había olvidado por completo. Fue Aristóteles, me lo recuerda google. Hace tiempo que la política me dejó de interesar. El hastío se ha apoderado de mí. La inmoralidad reinante me ha conducido a la indeferencia. Nada es importante. Nada es urgente. Lo evidente se discute. Lo discutible se eleva a mandamiento. El comentario de taberna se convierte en axioma. La verdad inalterable se construye a base de la repetición incesante de la misma mentira. Las redes sociales escupen dioses. La ética es una tierra movediza. Los sabios son indignos del necio. El imbécil gana imperios. El inmoral es canonizado por una nueva religión. Envidio a quien puede ignorar la infamia por prescripción constitucional. Ahora entiendo por qué existen estados como Liechtenstein o San Marino. ¿A quién le importa, en esos países, que sus políticos sean inmorales o mendaces? ¿O que los influencers se despeñen por acantilados buscando la mejor perspectiva para el selfie? Si, total, siempre serán la misma e insignificante mierda, hagan lo que hagan. Qué paz. Qué envidia.

Quiero ser un ciudadano de Liechtenstein
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