Liderazgo para despeñarse por un barranco


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En junio de 1939, en un concierto de gala ofrecido a los reyes de Yugoslavia, al dirigir sin la partitura Die Meistersinger von Nürnberg, Herbert von Karajan se perdió, los cantantes se callaron, la orquesta se atascó y, durante la confusión, alguien se agarró de una cortina, perdiendo el equilibrio y rasgándola estrepitosamente. Hitler, que presenció enfurecido la escena, gritó a Winifred Wagner, nuera del compositor y organizadora del concierto: «Herr von Karajan jamás dirigirá en Bayreuth mientras yo viva».

Gracias a esa metedura de pata, Von Karajan, que se había afiliado al Partido Nacionalsocialista en 1933, cayó en desgracia para el Régimen que no toleraba a torpes ni a incompetentes. Su castigo le permitió, tras la guerra, limpiar su controvertido pasado, al contrario que otros grandes directores que habían merecido el beneplácito permanente del Führer y que se hundieron, por esa causa, en el ostracismo artístico al concluir…

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