Hasta los mismísimos


Alessandro Moreschi

Estando España como unos zorros, es ocasión de volverse hacia los adentros, calmarse y reflexionar. Dicen que la voz de los contratenores sirve bien a este fin, aun cuando sean, según algunos, una mala copia de los cantantes castrati, que abundaron en la decadente Europa del siglo XVIII  y que poco a poco se fueron extinguiendo como bichos raros que no encontraban acomodo en las nuevas tendencias humanísticas. Esas modas impedían la evisceración que no fuera por motivos estrictamente terapeúticos y fueron dejando los yacimientos de castrati muy esquilmados hasta su completa desaparición a principios del siglo XX.

Sí. Todavía en el siglo XX había castrati, si bien no eran como los grandes maestros de los siglos precedentes que eran sometidos a semejante aberratio cuando se descubría en el niño un talento excepcional. Se trataba de conservar ese don, artificialmente, como en formol, sometiendo al cantante desde la infancia a una intensiva y exhaustiva formación musical, alcanzando así una técnica portentosa. Rossini, añoraba castrati que pudieran acometer sus piezas más complicadas.

Los últimos castrati, a diferencia de los primeros, llegaron a la condición por casualidad. Un accidente o una operación quirúrgica necesaria hacía que el varón perdiese involuntariamente sus atributos y su voz quedase suspendida en el tiempo. Claro que como los accidentes no eran tan abundantes, el oficio de maestro de castrati cayó en desuso. Tan escaso censo de castrati no era razón suficiente para patrocinar escuelas. Ya se sabe. La ley de la oferta y la demanda que tanto daño ha hecho al arte. Como había poco donde elegir, el nivel fue bajando, y las voces no alcanzaban la brillantez de las pretéritas.

Uno de esos castrati accidentales -una hernia inguinal, de la que se operó a los once años, tuvo la culpa-, fue Alessandro Moreschi que pasó a la Historia no tanto por su voz sobresaliente sino por ser el último de ellos y el único que dejó algún registro sonoro. Puede comprobarse que su voz carece de esplendor aunque era esforzado y disciplinado en el canto. A lo mejor la audición que les ofrezco no les sirve para calmarse, ni para olvidarse de sus problemas cotidianos o los de esta convulsa Nación llamada España, pero alégrese porque usted tiene al menos la oportunidad de estar hasta los mismísimos.


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