Su cara evocaba la derrota; unos pliegues duros, sobre algunas cicatrices hondas. Observando el Horizonte, al lado de su perro, pensó: «si todo esto es la Creación, ¿en qué lugar me perdí?» Pajarito debía su apodo a su primer crimen. Retorció el cuello a un vecino, cuando ambos eran niños. Murió instantaneamente, con tanta facilidad, como si se tratara de un gorrión en una percha. El criminal, inexplicablemente, tomó el nombre de la víctima, gracias a una especie de metonimia infecciosa. Los desgraciados que caían entre sus manos morían como pajaritos. Desde entonces, Pajarito se caracterizó por la eficacia. Sus tres asesinatos confesos tuvieron el agravante de la alevosía; era bueno con las manos. Su padre se propuso que Pajarito fuera diestro en los trabajos manuales y desde luego que lo consiguió.
La noche en la que cometió su segundo asesinato no era tarde. Había en la calle un tumulto de fiestas y ruido de atracción ambulante. El jolgorio ascendía como un remolino de aire terroso hasta todas las habitaciones. Su víctima era un anciana indefensa. No fue difícil engatusarla, bastó con mostrarle una manoseada fotografía de su nieto a quien conoció en el reformatorio donde penó su primer crimen. Por eso sabía que la anciana guardaba en un cajón de la cómoda un pequeño caudal de joyas modestas. No le resultó grato estrangularla. Por un momento Pajarito se vió reflejado en las espasmos de la vieja, en la imagen de la decrepitud, que también le llegaría a él como preámbulo de su propia muerte.
El Horizonte estaba salpicado de obstáculos, una casa y un roble de brazos extensos. Desde allí arriba podría verlo mejor. Dejó al perro jugando con algunas bellotas y arregló un nudo casero tan competente como para aguantar su peso. Su padre estaría orgulloso de él. Siempre fue un artesano. El nudo corrió libre, interrumpió de golpe el tránsito del aire y le apretó la nuca. Oyó un chasquido de huesesitos rotos, un murmullo, un ladrido discreto de su perro, el susurro de un niño, el repicar de una campana a lo lejos y el trinar de unos pájaros silvestres.
Deja un comentario