¿A como está la nacionalidad española?


El barítono uruguayo, Erwin Schrott, ha solicitado la nacionalidad española por carta de naturaleza. Esta modalidad consiste en un concesión graciosa del Consejo Ministros a personas, que sin reunir los requisitos normalmente exigidos -como el de ser residente durante cierto número años- se consideran de gran interés para la nación, por su aportación científica, artística, entre otras. Normalmente ese gran “interés” consiste en saltar muy alto, pegar patadas a un balón o esquiar mejor que lo demás. Recuerden el caso de ese esquiador español llamado Johann Mühlegg que luego de ser ganar varias medallas de oro olímpicas fue desposeído de ellas por dopaje.

La nacionalización vía rápida, por motivos de interés nacional, no es exclusiva de nuestro Derecho. Un país que se caracteriza por tener una manga ancha en estos quehaceres es Francia, a cuya política de nacionalizar a todo lo que se menea debe haber ganado el Mundial de Fútbol de 1998. También a esa política debe que el belga Jacques Brel sea francés, que el armenio Charles Aznavour sea francés y que, por supuesto, el malagueño Pablo Picasso sea francés. En Austria, un profesor de universidad que hable alemán se puede nacionalizar por la vía rápida y que no decir de un tenor o un barítono, como es el caso de Schrott. Los festivales de Salzburgo agradecerían la participación de artistas patrios ahora que José Carreras se ha retirado.

Hasta ahí bien. ¿Pero es posible esta práctica en la España progresista de Zapatero? ¿Es concebible esta política claramente discriminatoria en la España de los principios inamovibles zapateriles, principios que casi nos llevan a la bancarrota, dicho sea de paso? Por lo pronto, flaco favor se le ha hecho al fulano uruguayo publicándose hoy en El Mundo su deseo de ser español apelando, exclusivamente, a sus méritos artísticos. En la España del Ministerio de Igualdad no cabe esa petición. Sería incongruente mantener en el mismo suelo a un Ministerio cuya única función consiste en evitar y perseguir prácticas discriminatorias y a un señor que hubiera conseguido su nacionalidad mediante esas prácticas. Sería incongruente que el Consejo de Ministros, órgano que tiene la compentencia para otorgar la carta de naturaleza, votase a favor de la concesión, cuando uno de sus componentes es Bibiana Aído. Además, ¿cómo entendería el electorado de izquierdas que se concediese la nacionalidad a un cantante de ópera, ese símbolo de la aristocracia decadente? ¿Por dinero? ¿Para que haya un contribuyente rico con que paliar el déficit? No quiero ser cenizo, pero no creo que esa sea la razón. Los cantantes líricos se pasan dos tercios de su vida viajando y ofreciendo recitales aquí y allá. El pretexto perfecto para residir en Andorra o Mónaco sin levantar sospechas.

Yo que no tengo principios le daría al Echrott la nacionalidad, aunque sólo sea para quitárselo de la boca a Sarkozy. Que él se quede con Anelka y con Carla Bruni, otra nacionalizada, como lo fue también el padre del propio Sarkozy. Mejor que se la concedan al uruguayo por hacer de Leporello que a Aminatu Haidar -como quería hacer Moratinos- por el mérito artístico de no morirse en España, que eso sí que fue un «papelazo». En cuanto a ti, Zp, me volverías a decepcionar si le concedieses la nacionalidad a Echrott tan sólo porque eres incapaz de decirle que no o porque no quieres que el presidente francés siga diciendo a tus espaldas que no eres muy inteligente. ¡Que lo nacionalice Rajoy y que cargue él con la injusticia!


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