Yo soy de la generación del botellazo a Juanito en Belgrado, en 1977. Recuerdo ese día, era plomizo, y yo estaba en el colegio. El partido se televisaba. Eso no lo puedo asegurar, pero creo que en blanco y negro. Me acuerdo que fui con unos compañeros del colegio a un bar de la esquina donde el jolgorio del gentío, indignado con las decisiones arbitrales, se oía desde muchos metros a la redonda. Nos escapamos antes de que empezaran las clases de la tarde. Yo tendría unos 8 años y mis conocimientos sobre el fútbol no han variado mucho desde entonces. Recuerdo el griterío del personal cuando la botella impactó en la cabeza del delantero español. Apenas vi esos minutos finales, lo justo para presenciar lo que realmente pasó a la Historia: el botellazo a Juanito.
Del resultado de ese partido nadie se acuerda y de lo que sirvió tampoco. España se clasificó para el mundial de Argentina 78 donde decían las malas lenguas que el título estaba adjudicado antes de empezar -eso nos recordaba todos los días mi maestro Don Jerónimo, al que recuerdo por su palmeta que alguna vez impactó sobre la palma de mi mano), mundial en el que un personaje tan pintoresco como Cruyff se negó a participar por divergencias con el régimen (eso dicen) y en el que España desperdició la oportunidad de su vida de ganarle a Brasil, cuando Cardeñosa erró un disparo a puerta vacía, y que pasó a los anales como el fallo de Cardeñosa.
Pero recuerdo el botellazo. Es una de las imágenes imborrables que me han quedado del fútbol. Otra fue el pisotón de Juanito en la cara de Matthaus. ¡Que le vamos a hacer! Reconozco que me traciona mi pesimismo antropológico.
http://www.youtube.com/watch?v=nCX3ALsIIOs
Recuerdo otras cosas del fútbol. En el mundial de México 86 fuimos eliminados por Bélgica en ronda de penalties en cuartos de final. El partido terminó a las 5:00 de la madrugada y yo tenía, ese mismo día, el examen de selectividad en Cádiz, ¿alguién me agradecerá algún día mis desvelos por la selección?
Pese a que nunca me gustó jugar al fútbol, celebraba los mundiales, aun sabiendo que España no pasaría de octavos o cuartos. Tras un primer partido intranscendente en el que la selección vapuleaba a lo peorcito del grupo se tejía una red de ilusiones. Imaginaba incluso que España ganaría esa vez, era un flash que tu subconsciente acallaba pronto y la realidad un poquito después. La selección caería derrotada una vez más contra Yugoslavia, Bélgica, o cualquier equipo segundón o simplemente hundida por los elementos o los errores arbitrales.
Poco a poco fui desengánchandome del fútbol, como mucha gente. Tal vez fueran los problemas cotidianos, las responsabilidades, las frustraciones, la decrepitud, la concepción de la idea de España, por eso que se dice de que “agua estancada no mueve molinos”, o qué sé yo. No recuerdo haber visto un partido completo de España y ni un solo minuto de los partidos de clasificación desde hace muchos años.
Después de esta travesía en el desierto de me ha durado media vida he visto la imagen de la Victoria , que me ha durado poco más o menos que la de la derrota. Alguien dijo (o a lo mejor lo dije yo) que las consecuencias del éxito duran unos minutos y los efectos de los fracasos muchos años. Me alegro mucho de que España haya ganado el Mundial pero el éxito me llega con demasiado retraso. Otra vez me dejo llevar por mi pesimismo antropológico.
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