Ser mediocre no es malo. El mediocre es uno de los muchos seres humanos que está destinado a ser feliz, siempre y cuando acepte de buen grado su condición. La mediocridad mal digerida convierte al mediocre en un ser huraño y frustrado, que acaba culpabilizando al resto del mundo (o a Dios) de lo que él considera una desdicha, y que en el fondo no es más que una bendición si se acepta a tiempo, pues descubrir la propia mediocridad a los 80 años después de haber navegado con destino al éxito durante lustros no es agradable si luego el barco naufraga.
Hay mediocres que descubren su mediocridad tras no haber conseguido aquellos éxitos a los que se consideraban acreedores. La mediocridad, entendida, como punto de llegada a lo que antes de emprender ese viaje pudo considerarse un fracaso, también puede tener efectos liberadores. Eximen al mediocre del permanente propósito de seguir intentándolo y puede ubicarlo en un lugar confortable, siempre que lo acepte de buen grado y sin rencores (y sin pedir cuentas a Dios.)
Hay personas escogidas que no deberían ser mediocres, pero no tomaron, por negligencia, un avión a tiempo, o no se montaron cuando debieron en el twitter de una gran corporación. Otros evitaron conscientenmente tomar ese vuelo porque vieron que la nube volcánica de partículas les iba a reportar más perjuicios que instalarse comódamente en la mediocridad: la única fuente de verdadera felicidad.
Sin embargo hay mediocres que fueron agraciados por azarosas circunstancias con atributos sobresalientes. Con más habilidad que capacidad, porque el viento sopló a favor o porque la tempestad hundió a todos los veleros menos al propio, muchos mediocres se ven premiados con la bendición divina o popular. Pero mantenerse a flote siempre, una vez que la tempestad ha pasado, requiere que nadie note tu mediocridad más de lo necesario. Entonces, el mediocre se rodeará, tanto como sea posible, de cuantos mediocres, más mediocres que él, pueda encontrar, a fin de no destacar en mediocridad más que los demás mediocres. Cuando esta forma de mediocridad se practica por el presidente de la Comunidad de Vecinos, rodeándose de vicepresidentes ineptos, puede tener resultados desagradables (como por ejemplo que el agua no salga caliente o que las paredes de las escalera tengan desconchones). Pero cuando es el Presidente del Gobierno de España quien tapa su mediocridad con Aídos, Salgados, Blancos, Pajines y demás, alguien debería decirle que retirarse e instalarse plácidamente en la mediocridad no es un fracaso si ya has conseguido esa pensión vitalicia por la que tanto has luchado.
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