Zapatero, como a quien se oye llover.


Era difícil, pero ZP se ha convertido en invisible e inaudible. Tras varios años de desaciertos, de talantes, de desdecirse de un día para otro, de manipular a ministros tan incompentes como él, de conducir el país al borde de la expulsión de la zona euro, ha logrado lo que ningún presidente había conseguido en la historia de la democracia española. Una profunda simbiosis con la España indolente, que él ha rescatado de una novela de Pío Baroja. Esa España pesimista que vive a espaldas de la política, signo de todo mal, y que escucha a un presidente hablar, como una musiquilla monótona, sabiendo que sus palabras están vacías de contenido. Un muñeco de trapo que se mueve, como un espantapájaros, a impulso del viento reinante. Una figura desinflada, que no provoca ni el respeto, ni la piedad, ni la ira. Como si se oyera llover.


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