Pese a que el autor de las rapsodias húngaras siempre se consideró húngaro nunca fue pacífica su nacionalidad. Hablar de Liszt Ferenc nos transporta a los tiempos del imperio austríaco y al difícil equilibrio de poderes en un territorio donde convivían etnias y naciones al borde del conflicto permanentemente.
Franz Liszt nace en Raiding (Doborján, en húngaro) en 1811. Entonces este pueblo pertenecía al Reino de Hungría, cerca de la frontera austríaca, en el Burgenland. Sin embargo, ya por aquella época la zona, debido a la permeabilidad fronteriza del Imperio, estaba mayoritariamente poblada por germanófonos. El abuelo de Franz, Sebastian Liszt, había dejado su Baja-Austria natal para instalarse en Hungría como colono. Por tanto el padre del músico era húngaro de origen austríaco y la madre, Anna Liszt, era sencillamente austríaca.
Fueron abudantes las zonas húngaras, no sólo fronterizas con Austria, que fueron colonizadas por siervos austríacos. Algunas de estas poblaciones siguen conservando, al menos nominalmente, su bilingüismo, como Mány (Mánz, en alemán), o Etyék (Edeck), pueblos situados en la provincia de Fejér, en pleno centro de Hungría. En estos pueblos los nombres de calles y edificios públicos se escriben en ambas lenguas y son abundantes los Schneider, Schroeder y otros apellidos alemanes. Los niños estudian alemán desde los primeros cursos y su sistema educativo contempla asignaturas impartidas en dicha lengua.
Liszt Ferenc nunca habló húngaro correctamente; su lengua materna fue el alemán y en el frágil y movedizo imperio se utilizaba el latín como lengua administrativa oficial. Ferenc se aventuró a aprender el húngaro en el último tramo de su vida cuando enseñaba música en Budapest, movido más por la imposición que por el entusiasmo.
«Vengo de Hungría –escribe cuando ya es un pianista famoso– y he vuelto a ver este suelo robusto y generoso que produce nobles hijos: es mi país, porque yo también pertenezco a esta fuerte y antigua raza». Pero esa Hungría de la que hablaba Liszt, y en la que nació, dejó de ser Hungría el 28 de agosto de 1921, fecha fijada por las potencias vencedoras de la Gran Guerra para la incorporación a Austria del Burgenland, según el Tratado de Saint-Germain-en-Laye (1919).
Pese a los avatares sufridos por Hungría en los últimos dos siglos, Franz Liszt o Liszt Ferenc sintetiza lo mejor del imperio austro-húngaro y de esa compleja organización llamada Monarquía Dual que no sobrevivió a la convulsa Europa de principios del siglo XX. Probablemente él fue de donde quiso ser, de Hungría, por mucho que tuviera argumentos para sentirse de otros sitios y paisajes; no hay más que escuchar su rapsodias para reproducir palmo a palmo las extensas llanuras magiares del Alföld.
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