Gracias a mis reyes cafres.


Hace unos días desayunaba con la absurda noticia de que en Irán se había prohibido exhibir en escaparates maniquíes femeninos así como corbatas, pajaritas y ciertas vestimentas de corte occidental. No pude reprimir una sonrisa. ¿Tendrán los iraníes tan escasos problemas que se preocupan de asuntos tan nimios? Parece ser que el propio Ayatolah Jomeini dejó escrito en su testamento su deseo de reconquistar Al-Andalus lo que enlaza directamente con esa oleada de filoislamismo que se respira en ciertos lugares de España y que ha comenzado con la construcción de tesis revisionistas respecto a la Reconquista. Según algunos de estos iluminados fue, más que una liberación, una conquista y un genocidio. Eso sí, pese a lo que denuncian, quienes enarbolan la bandera revolucionaria del Islam se sienten descendientes de esos escasos árabes que se instalaron en la península. Sánchez Albornoz, en uno de sus ensayos, se preguntaba si estos adalides del fanatismo estaban financiados por Estados islámicos de marcado carácter confesional, como Arabia Saudí o Irán.

Don Pelayo

Gracias a mis reyes cafres, que conquistaron o reconquistaron, y a su visión tan simple y existencialista del mundo, hoy puedo vivir en un Estado laico. Agradezco a los árabes la invención del molino de viento, pero yo prefiero mil veces a Don Quijote y a la Revolución Francesa. La islámica se la dejo a Ahmadineyad. Escuchando su discurso es fácil comprender cómo dos vocablos tan antagónicos, «revolución» e «islámica», encajan a la perfección en una mente tan retrógrada.


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