Cuando me enteré de la concesión del Premio Nobel de la Paz (PNP) a Obama me vino a la cabeza el Premio Príncipe de Asturias de los Deportes (PAD) concedido a Fernando Alonso en 2005. Las diferencias entre personajes y galardones se resuelven por sí mismas pero entre uno y otro acontecimiento existen evidentes similitudes. Cuando se concedió el PAD, Fernando Alonso aún no había conseguido ningún campeonato del mundo, si bien estaba a las puertas de ganar el primero. En el momento de concederse, hace unos días, el PNP a Obama, el recién llegado 44º Presidente de los Estados Unidos no había hecho más que exponer un montón de buenas intenciones, gran parte de las mismas producto, más bien, del sentido común que provenientes de la bondad humana. Manifestar que Guantánamo debe ser clausurado, o que los ciudadanos estadounidenses deben disfrutar de un sistema sanitario universal no es mérito de Obama, presidente del Estado que proclamó la primera constitución nacional en 1787 y del país más poderoso de la Tierra sino demérito de sus antecesores que permitieron desviaciones históricas insoportables.
Obama, más tarde o más temprano, justa o injustamente, deberá mancharse las manos de sangre, porque eso va dentro de su cargo, lo que parece ir en contra del espíritu de PNP recientemente concedido. Y, desde luego, no es una gran contribución a la Paz Mundial y al Desarme Universal mostrarse blando y permisivo con Estados que pretenden la subversión de valores, la conculcación de los derechos humanos más elmentales o la mera aniquilación de Occidente (vgr. la República Islámica de Irán o el Reino de Arabia Saudita).
El PNP, entre cuyos galardonados figuran personajes tan antagónicos como la Madre Teresa de Calcuta, Médicos sin Fronteras, Yasser Arafat, Isaac Rabin, Anwar el-Sadat o Menachem Begin, ya es bastante discutido por la nutrida relación de premiados cuyas biografías presentan tantas páginas censuradas que no conviene divulgar. Hechos inenarrables que se borran de la memoria colectiva en atención a poderosas razones de Estado que el PNP viene purificar y santificar. Con la inclusión de Obama en la nómina de galardonados, el Comité Nobel Noruego da un paso más, y amplía sus competencias, facultándose para premiar bondades venideras de un hombre que no ha hecho, hasta ahora, más que secuestrar, con su persuasiva personalidad y simples palabras, la voluntad de votantes y desencantados en general.
Pocos días más tarde de la concesión del Premio Príncipe de Asturias al piloto asturiano descubrimos que la Fórmula Uno no era más que un circo y un pseudo-deporte, donde el espionaje industrial era moneda corriente, los resultados de las carreras se manipulaban (el propio manager de Alonso ha sido expulsado de por vida de la competición), y los pilotos se detestaban entre sí, especialmente si pertenecían al mismo equipo; y por si fuera poco, actualmente Alonso se arrastra por los circuitos con vehículos de serie B, verificando que en esta competición la máquina predomina sobre el hombre de una manera abrumadora. A lo mejor, dentro de pocos meses también descubrimos que Obama no es más que otro Fernando Alonso que aguarda a que se le ponga un coche de mayor cilindrada del que ya tiene para llevar a cabo sus promesas, o ratificamos que el PNP no es más que un pseudo-premio, cosa que ya hemos descubierto, desgraciadamente, con la última concesión.
Impenitentes 
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